El año 2011 fue, en varios aspectos, un ciclo complicado para mí. Tenía todas las ganas del mundo de avanzar, me sentía ansiosa de ello, de cambio. Y en efecto, hubo cambios. No llegaron como los esperaba, o en el momento que los pedí, pero ahí estuvieron.
De todo esto aprendí que me hacía falta crecer. No es que ahora sea grande y madura, pero tuve la oportunidad de golpear duro a mi ego, de cuestionar todo aquello que me hacía ser yo, de perderme en un mar de ideas contradictorias, ninguna de ellas agradable.
Me enamoré.
Y eso consigo me reveló más aspectos de mi persona como el hecho de que fue mi primer enamoramiento serio. Caí (literal) en el marasmo de los fantasiosos. Durante ese brevísimo lapso de tiempo me sentí absurdamente feliz, mientras los siguientes meses del año me dediqué a recoger los pedazos de mí que se salvaron del brusco aterrizaje en la realidad.
No, no culpo a nadie sino a mí de todo. Refraseando, no responsabilizo a nadie. Él sólo no ayudó, pero maldecirlo infinitamente es una labor injusta y por demás infructuosa.
Caí de lleno porque así lo había decidio. Y me agradezco esa decisión porque 1) sentí el dulce sabor del enamoramiento en toda su expresión, y 2) me reconocí en ese nuevo ámbito, con todo y mis múltiples errores. Me engañé con pleno conocimiento de causa en pos de lo que yo creía sería perfecto. No le quitaré crédito, él también me engañó otro poco. Pero al menos yo siento a mi favor el aprendizaje que obtuve de la experiencia. Deseo de corazón que él también se encuentre y replanteé como yo lo hice, y sin duda alguna le deseo que tenga felicidad.
¿Que qué hice durante 2011?
Me rompí todita.
Así, una vez desmadejada, me ha tomado tiempo encontrarme un orden y concierto. Por lo cual, evidentemente, las cosas quedaron en lugares distintos o medianamente intercambiables. Esto ahora me resulta más práctico, de elegante sencillez. Me dejé bellamente desacomodada, es mi nuevo orden.
(...)
Más que un recuento de los daños, esto es una especie de recuento de las ganancias.
Uno de mis mayores descubrimientos fue la bendición de la amistad.
Reconstruí (sigo en ello) amistades que había dejado de frecuentar por la vileza de la vida diaria, de los "no tengo tiempo" que sólo eran disfraces del hastío, de la incansable rutina.
En este camino, gané una cantidad considrable de nuevos amigos, y pude profundizar en relaciones que sólo tomaban tintes de ocasionales. Nunca me había sentido rodeada de tanto cariño, de tanto apoyo incondicional.
Antes me parecía un gusto innecesario la amistad, algo reemplazable y dispensable. Ahora veo que, a expensas de sonar a lugar común, los amigos son parte fundamental de la vida aligerando la carga de la misma.
De esta manera, les doy un sincero G R A C I A S, por estar ahí. Por haber presenciado este pedazo de vida que acaba de pasar, juntos. De una o muchas maneras me siguen dando motivos no para reír, sino para mantener la carcajada abierta al día, como sea que se ponga.
Gente linda como Kari, Esa Teresa, Lizane, Elena, Zairita (confidente invaluable), Artu, Antonio, Luiiiiiiiis, Diego, David, Eli (por supuesto y con especial cariño), Paco (una feliz novedá), Gerry...
Espero contarlos mucho rato más aquí.
Igualmente, me siento sumamente afortunada de tener de regreso -y que me hayan admitido- a mis saleros favoritos: Manuel (chinito de mi vida), Uriel (mi grajo favorito), Lizy (corazón flaquito), Faba (tan única como te recordaba)... Qué placer adicional adentrarme en la constante desazón de Yoslin, así como tener tan cerca a Mario y Celestino (siempre la vanguardia consigo), en demás delirios colectivos.
Como es de esperarse, en este rato probé en repetidas ocasiones la paciencia de mi bienamada familia, con lo que una vez más reiteré cuán estrechos son y permanecerán nuestros lazos. Timeless.
Así, 2011 fue mi año de transición, de replanteamiento.
Querido 2012:
tú serás mi año de consolidación.
Una vez compartido este breviario (que no breve) sólo puedo decir que me encuentro de brazos, mente y corazón abiertos para lo que decida, destino de por medio, vivir estos 360 y... 1 días que me queden de año.
Y a tí... sí, a tí:
Déjate venir.