No tengo sueño. Señor, dulce señor, benévolo dueño de mis orificios. Benévolo, porque todo es por su bien que es el mío. Porque yo me regocijo al complacerle con esta boca, estas letras, todo este cuerpo que le pertenece.
Aún no recupero el ritmo pausado de mi respiración anterior a su voz en mi oído, mis (sus) dedos penetrándome, sólo un poco, un poquito (de tí para mí). Mayor elogio no encontré de sus labios, que la orden: "tócate".
Gracias.
Estoy mareada pero, tranquila, iré a dormir.
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