miércoles, febrero 08, 2012

#6

Hace tantos días... Pero lo siento aún aquí, adentro. 

Llegó cuando estaba sola, yo llevaba días esperándolo. Me sentía un poco perrita abandonada, pero sé que siempre guarda un pensamiento perverso para mí, en algún momento del día.

Me saludó incluso con ternura, en mi cabeza así lo escuché articular  "hola perrita". Cada que lo pienso sonrío de gusto. Yo llevaba aún la ropa puesta, pero él me ordenó que me deshiciera de ella, todo al mismo tiempo, con premura y sin mayor dilación. Obvio es que primero me preguntó qué quería, y luego me ordenó que se lo pidiera, con ganas. No puedo evitarlo, cuando le pido permiso sonrío, amo ¿me dejas masturbarme? por favor... Casi siento que es mi papá y yo la chiquilla ansiosa mirando los chocolates en el aparador [chocolates, por cierto, señor...].
Complaciente me dio permiso de empezarme a tocar, tócate perrita, cógete, date gusto, tú lo querías, ya tenías muchas ganas ¿verdad?. Qué delicioso escalofrío me recorre la espina dorsal cada que siento sus sucias palabras en mi oído. Me puse en cuatro para él y seguí haciéndolo mientras él me repetía lo putita que soy y yo correspondía con ligeros gemidos que variaban en intensidad y tono.

Me puso los pasadores en ambos pezones además de amordazarme con un pañuelo. Después pude seguir satisfaciéndome(le) ante él, cada vez más rápido, más duro, ambas manos en la labor. A pesar del pañuelo era bastante capaz de emitir mi creciente satisfacción, las oleadas de placer a las cuales estaba siendo sometida. Cuando estaba cerca de terminar, él se encontraba en la misma labor. Escucha cómo me vengo, putita... (Cierro los ojos) ... Aah... Ahhh... Un eco, me fundí para ser sólo un eco de su eyaculación, la elongación lógica de su satisfacción. Me corrí durísimo, con el aliciente de su semen sobre mí.

¿Cuáles pasadores?


Cuando recobré el aliento un poco, no mucho en realidad, su voz suave me preguntó si sí me había venido. Respondí que sí, agradeciéndole el beneficio. Y después... me dejó repetir, para mi sorpresa. Yo estaba aún más mojada que cuando había empezado, así que cuando me sodomizó casi ni lo sentí. O, más bien, casi ni me dolió. Vaya que lo sentí. Así me corrí una vez más.

Ya me lo había advertido, en una ocasión en la cual le había dicho que quería que me cogiera, que me metiera su gran verga así bien adentro, de un golpe. Hasta ahora lo creo. A veces coger no es la solución, no hace más que acrecentar las ganas de... más.
Así, con las piernas abiertas y la entrepierna acuosa, me miró no sin cierta burla en los ojos para decirme bien putita, ya te usé y ya me voy.
  - Como te gusta.