miércoles, octubre 12, 2011

pH=2

Corrupta
podredumbre acética
se me queda en las entrañas.
Inocua consumición
degustando
pedacitos
de la
fragmen-
tada
ba
rri
ga.

Así como suena
duele.
Deshebra
con los dedos cariñosos
del rencor
las mucosas
que me quedan.
Destila
gota
        goterita
fisura
         dique
de amarillenta
       bilis.
Toda ella bulliciosa,
barriga embebida
en bucólico
bastardo beso.

Como si fuera
tocando el arpa,
desmembrando
     nota
a
     nota
cacofónicos
tejidos
r
 o
    s
 a
s.

lunes, octubre 10, 2011

Estirando la liga

No sé
si beso donde mismo
que quiero.
Si exista un único espacio
para amar,
o una línea divisoria
                 aquí se acaba el terreno:
termina Deseo
principia Amor.

No sé
de que tengo ganas.
Pero aún cuando quise
abrazarte, mejor
               metí la mano.

Esa consciencia colectiva
             diario el "nos"
frenético e inflanqueable,
  -hártome en tu barba
ausente-.

Quiero
que lo mires y calles.
El amorfo
parido de mi boca.
¿Qué más querías?
No dije que sería bonito.

Me retuerzo
                 porque no puedo
encontrar qué decirte.

Aún no lo formulo.

De puntitas
con los zapatos en la mano
para no hacer ruido,
mi lengua hace surcos
            en tu subconsciente.

domingo, octubre 09, 2011

Sobre esa clase de hombres

Y bien, es algo tardecito (o tempranito) y terminé "Los hombres que no amaban a las mujeres".

A mi me pasa que siempre que acabo un libro siento que me han quitado un pedacito de mí. Ahorita estoy en pleno drama adolescente en mi fuero interno. Analizándome, me doy cuenta que yo vivo una suerte de extraño enamoramiento exprés con cada libro que cae en mis manos.
Para no hacerlo largo, lloro los restos de humedad. Me molesta terminar los libros porque es mi particular break-up, el fin de mi idilio con ese pedacito de vida que alguien me dejó en palabras impresas. Este libro cuenta con el plus de que, en efecto, busca aventar un corazón roto a las tribunas, así que mis sentimientos están de lo más trastornados. La pobrecita de Sally, oh Sally, dejada ahí al olvido. Si ella llorara, si yo llorara, lo haríamos juntas. En cambio, me encuentro medio insomne repasando todo lo que pasó, porque merece la pena.

A mi gusto, el libro arrancó débil pero es que era necesario establecer muchos antecedentes, así que se justifica. Además, se entiende el ritmo porque no deja de ser un libro de misterio, de intriga, busca arrastrarte con la trama. Así que en determinado momento empieza un ritmo vertiginoso que no cambia de velocidad mas que para aumentar.
Al final, como buena serie, deja abierta la puerta. Estos libros los siento muy riesgosos porque si no tienen una buen cierre, no te convencen de seguir leyendo aunque todo lo demás haya sido bien manejado. La narrativa es fácil debido al género, y pienso que se mantendría burda o sosa de no ser por los excelentes personajes y los diálogos tan acertados que se presentan. Me gusta que los personajes tengan que lidiar con más de un problema a lo largo del libro, porque desarrolla sus personalidades con más complejidad y torna la historia mucho más creíble. En especial me encanta una de las frases de Mikael: "...porque esto no es ninguna de esas malditas novelas de detectives donde todas las piezas tienen que encajar". Me dio risa, fue como una frase autocomplaciente de Larsson, el autor, para dejar -y dejarse- claro que esto no era como Quién mató a tía Agatha, Clue o una situación por el estilo. Como novela de crímenes e intrigas, está verdaderamente buena. Y presiento que como serie también lo estará.

Así que, mientras me repongo a la tristeza de haber cerrado el mamotreto (el Rompimiento), recomiendo ampliamente Los hombres... 
Cuando resane el cachito de corazón que se me fue, buscaré a La chica...

jueves, octubre 06, 2011

Qué caray.

Anda, dile.
¿A quién chingados le importa? A mí no. Sólo me da risa. ¡Ora resulta! Tuvo todas las oportunidades del mundo, todo el tiempo del mundo, todos los momentos propicios. ¡Pero no! Había que esperar a que llegara cualquier otra persona, cualquier otra que no fuera yo, para que pudiera ser así. Así de... ¿así de cómo?
Me odiaré más tarde por escribir esto, y que conste que no tiene que ver con esas mamarrachadas de "sacar los sentimientos", ser sensible ni mucho menos. Pero podría hacer como que no significa nada, cuando ya fue algo más. Esto es como un eco de esos que ni sabía que existían. Como cuando te dan la primer patada, nadie te prepara para eso, ni nada. Aunque sepas que te dolerá, se desata toda suerte de sensaciones nuevas y desconocidas ante el recibimiento del golpe. Así mismo voy sintiendo ahorita. No es tanto que me duela, porque en realidad un golpe premeditado no "duele". Y éste técnicamente ni a golpe llega. No, no tiene que ver con eso. Es un eterno "te lo dije, te dije que lo hicieras así y no me escuchaste" en el estómago, en el receptáculo especial que tengo para los rencores. Ahí donde lo odio.

Claro que lo odio, porque no hizo las cosas como yo quería. Y el primero que diga que puede soportar una situación como esa, lo insto a que demuestre semejante falacia. Yo, especialmente, odio a la gente que no hace las cosas como me gustan, a mi manera, cuando yo digo y como me parece. Y lo odio más por hacerlas ahora. Siento una velada sorna en todo esto. 
Lo que no me queda claro ahora es quién se ríe de mí. Si él, el destino, las circunstancias, mi subconsciente. Me queda claro que yo sí me río de mí misma, desde mi receptáculo.

domingo, octubre 02, 2011

Sucedánea de arista

¡Vámonos a donde el sol no pegue! A aquel rincón oscuro que llamamos habitación.

                                 -Vamos a esa madriguera nuestra.
Entiérrate, rebusca, revuelve la matriz de las emociones.
(La invitación me encanta, es de las mías)
 
Yo le llamo habitación a tu receptáculo de sonidos y caricias.
                                                                       A tu conservorio hueco de piel cansina.
 
  Deja que las sales del sudor cristalicen en los poros, 
         que nos disgreguen, nos vuelvan polvo.
Soplarnos mutuamente, para volar, volar, y ser nube efímera. 
Partículas con partículas de grises tonalidades, en el espacio 
que nos creamos para ser.

Por ahí dicen que a lo que te truje...
Y se me da ser Chencha, 
   o chacha, 
      o chucha.




Ranteos medianochezcos en complicidad con mi querido Maggoz. 
Para nadie, para variar y jugar sobre las líneas.