domingo, noviembre 13, 2011

En rojo

Dios mío, detente.
Detente detente detente.
Detente manos temblorosas.
Detente corazón.
Detente sudor frío.
No te detengas pulmón.

Sigue fluyendo vida,
porque no le perteneces.
Porque no fuiste, no eres.

(Se queda callada ella,
porque así se quedó él)

Se me detiene la sangre
donde algún día te alojabas.

Detente náusea. Detente llanto.

¿Por qué tenías que detenerte tú?

miércoles, noviembre 09, 2011

Hoy tenemos:

Hoy es uno de esos días en los que me siento apachurrada (pero a la vez, contenta). 

Siento una nube en el corazón, una ligera sombra en mi ánimo. Atribuible a cosas como el bajón típico después de un viaje lleno de aventuras con amigos, o el frenón a tantas actividades (como andar de loca en los panamericanos).
Pero con todo, siento dos palabras que no puedo definir del todo, y al parecer sólo sé sentir: nostalgia y melancolía.

Dice la RAE que melancolía es una tristeza vaga, profunda, sosegada y permanente, nacida de causas físicas o morales, que hace que no encuentre quien la padece gusto ni diversión en nada, o... bilis negra. Y de nostalgia comenta que es una pena de verse ausente de la patria o de los deudos o amigos, o... redundante, una tristeza ¡melancólica! originada por el recuerdo de una dicha perdida.

Así que puedo decir que tengo el corazón nostálgico. Siento la carnita así de rosa y palpitante buscando, respirando un aire viciado y nada fructífero. Y entiendo por decir que lo hago, porque estoy tan acostumbrada a decir "entiendo" como a tomar agua en las mañanas aunque no me guste, aunque ni siquiera lo piense o lo deseé.
Mi corazón respira como pez fuera del agua, boqueando un aire que no le pertenece, cuyo oxígeno no puede aprovechar. Y eso que soy dichosa en amor, cariño y aprecio. Pero no tiene que ver con eso.
Y no, no quiero hablar de él. O con él. 
Suficiente tengo con mis burdos análisis como para que alguien más venga y me hable de su sosa vida, cómoda y predecible vida. Ya sabía que me había alejado de la idealidad, cuando venía a subrayarlo con sus letras feas, las líneas parejas mientras yo intentaba imitar los trazos a pulso de maraquero. 

(...)

Quiero dormir dormir dormir indefinidamente. Yo quiero ser enfermera de todas sus carencias, ¿pero quién vendrá a quitarme las curitas en la noche, cuando no alcance a dar con ellas en la espalda?
Aún no me contesto en qué terminará el balance, qué tanto valdrá la pena haber perdido por las escasas ganancias, pero sigo en ello, sigo.

Se hincha, pero aún así siento un vacío lacerante en los brazos. No, no te vayas, no te despegues. Tengo el cuerpo demasiado frío, las ansias demasiado espesas.
La enorme necesidad. Esa que no es física pero se siente física, y pincha, duele, quema, enferma y hace llorar, hace no desear nada más. En este punto dices "me duele el corazón, me duele el alma" mientras el pedazo de músculo sigue bombeando, incansable, una, dos, veinte, doscientas veces la misma sangre caliente que está fría porque despegó su cuerpo de mi cuerpo, cruelmente, sin mayor vacilación.

Con todo, sólo quería un par de brazos, un par de piernas, un pecho, unos labios. Y no queria otra cosa que otro ser que palpitara bajo el mismo ritmo, con la misma necesidad.