jueves, octubre 06, 2011

Qué caray.

Anda, dile.
¿A quién chingados le importa? A mí no. Sólo me da risa. ¡Ora resulta! Tuvo todas las oportunidades del mundo, todo el tiempo del mundo, todos los momentos propicios. ¡Pero no! Había que esperar a que llegara cualquier otra persona, cualquier otra que no fuera yo, para que pudiera ser así. Así de... ¿así de cómo?
Me odiaré más tarde por escribir esto, y que conste que no tiene que ver con esas mamarrachadas de "sacar los sentimientos", ser sensible ni mucho menos. Pero podría hacer como que no significa nada, cuando ya fue algo más. Esto es como un eco de esos que ni sabía que existían. Como cuando te dan la primer patada, nadie te prepara para eso, ni nada. Aunque sepas que te dolerá, se desata toda suerte de sensaciones nuevas y desconocidas ante el recibimiento del golpe. Así mismo voy sintiendo ahorita. No es tanto que me duela, porque en realidad un golpe premeditado no "duele". Y éste técnicamente ni a golpe llega. No, no tiene que ver con eso. Es un eterno "te lo dije, te dije que lo hicieras así y no me escuchaste" en el estómago, en el receptáculo especial que tengo para los rencores. Ahí donde lo odio.

Claro que lo odio, porque no hizo las cosas como yo quería. Y el primero que diga que puede soportar una situación como esa, lo insto a que demuestre semejante falacia. Yo, especialmente, odio a la gente que no hace las cosas como me gustan, a mi manera, cuando yo digo y como me parece. Y lo odio más por hacerlas ahora. Siento una velada sorna en todo esto. 
Lo que no me queda claro ahora es quién se ríe de mí. Si él, el destino, las circunstancias, mi subconsciente. Me queda claro que yo sí me río de mí misma, desde mi receptáculo.

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